Divinas
Diosas, les quiero compartir esta Hermosa Canción que más parece un llamado de
su Alma al Despertar de la Divinidad Femenina en su Total Expresión, Expansión
y Aceptación.
Y Hermanitos, esta canción también es para Ustedes, para Aceptar la Invitación de sus Almas a Ser Todo Lo Que Son y Lo Que Vinieron Aquí A Ser!!!
Primero les comparto
la traducción y abajo del video les pongo la letra en inglés por si quieren
cantarla:
“Permiso
Total Para Decirle "Sí" a la Vida”
Me doy a
mi misma El Permiso Total
Me doy a
mi misma, El Permiso Total Para Seguir Mi Corazón
para
escuchar a mis deseos
para
amarme a mí misma completamente
para
hacerme a mi misma feliz y gozosa
y para
realizarme y satisfacerme profundamente
y vivir con
propósito en éxtasis.
Mi Cuerpo
es un Templo, abierto y receptivo para la Divinidad, la Alegría, la Realización
y el Propósito de mi Alma encarnándolo dentro de mi.
Me doy a
mi misma Permiso Completo para encenderme y
bañarme
en Amor y encarnar la gracia y la sabiduría
de la Divinidad Femenina.
Yo Soy
una Diosa Activada repleta de la abundancia del Amor, la Alegría, la Dicha, el
Amor por mi misma, la Sabiduría, La Energía de
la Fuerza de la Vida y la Creatividad Sanadora de mi Alma.
Digo Sí,
Digo SI
Digo SI a
la Realización Completa
Digo SI a
la Sabiduría de mi Corazón
Digo SI
al Deseo Auténtico
Digo SI a
la Alegría
Digo SI a
la Creatividad
Digo SI a
la Sensualidad
Digo SI
al Propósito de mi Alma
Digo SI a
la Sexualidad
Digo SI a
la Abundancia
Digo SI a
la Libertad y a la Liberación
Digo SI a
la VIDA
Digo SI a
la VIDA
Digo SI a
la VIDA
Me doy a
Mi Misma El Permiso Total
“TOTAL
PERMISSION TO SAY YES TO LIFE”
I Give Myself
TOTAL PERMISSION
I give
myself TOTAL PERMISSION TO FOLLOW MY HEART
to listen to my desires
to love myself completely
I give
myself TOTAL PERMISSION
to make myself happy & joyful and
to be deeply fulfilled
and live in purposeful ecstasy.
My body is an Open & Receptive temple for Divinity, Joy, Bliss, Fulfillment
& Soulful Purpose to embody within.
I give
myself COMPLETE PERMISSION to turn myself on
to bathe in love
& to embody the grace & wisdom of feminine divinity.
I am an
activated Goddess overflowing with an abundance of Love, Joy, Bliss, Self-Love,
Wisdom, Life Force Energy & Soulful Healing Creativity.
I say
yes, I say Yes
I say YES
to Fulfillment
I say YES to Heart Wisdom
I say YES to Authentic Desire
I say YES to Joy
I say YES to Creativity
I say YES to Sensuality
I say YES to My Soul's Purpose
I say YES to Sexuality
I say YES to Abundance
I say YES to Freedom & Liberation
I say YES to LIFE
I say YES
to LIFE
I say YES
to LIFE
I Give Myself
TOTAL PERMISSION
"Y
aquellos a quienes se les veía bailando, eran considerados locos por aquellos
que no podían escuchar la música." —Friedrich Nietzsche
Hola Hermosos Angelitos シCuántas veces pensamos que el dolor que estamos sintiendo se debe
a la relación que ha terminado, al trabajo que hemos perdido, a que nos han
traicionado, a que las cosas no han salido como deseábamos, etc. Pensando que
es otra persona, o un trabajo o una situación o cosa material lo que va a
llenar nuestros vacíos y nos va a hacer completamente felices y cuando por fin
lo tenemos, después de un tiempo todo vuelve a ser igual.
Hasta que nos damos cuenta de que la felicidad y todo lo que
nos completa está Dentro de Nosotros Mismos y que es Nuestra responsabilidad, no la
de otros el “Crear” la Vida que deseamos, es cuando comenzamos a Vivir la Vida Conscientemente.
No importa cuán tristes o decepcionados nos sintamos, Nunca es por
otra persona, Todo, absolutamente Todo y tan doloroso como suena y aunque nos
cueste Muuuucho trabajo aceptarlo, aunque nos tapemos los oídos para no
escucharlo: Todo es debido a Nosotros!!!
La Felicidad que tengamos o no en nuestra Vida Depende de Nosotros Mismos. No importan las circunstancias, Todo lo que necesitamos para estar bien
se encuentra en nuestro interior. El problema es que son muy poquitos a los que
se les enseña desde pequeños a Buscar Sus Propias Respuestas Dentro de Uno Mismo. Se nos provee de lo necesario para crecer fuertes en el cuerpo, pero no
en el cuerpo emocional, mental, ni espiritual.
Entonces somos como mesitas con una sola pata, o con dos, o con
tres si fueron afortunados. Es Nuestro Trabajo como Adultos el terminar de
criarnos. El proveernos todo lo que necesitamos a nosotros mismos. Nadie va a
llenar nuestros propios huecos. Como lo dijo John Lennon: "Nos hicieron creer que cada uno de
nosotros es la mitad de una naranja, y
que la Vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos
contaron que ya nacemos enteros, que nadie en nuestra Vida merece cargar en las
espaldas, la responsabilidad de completar lo que nos falta."
Desafortunadamente son incontables los ejemplos de Hermanitos que
le hacen la Vida miserable a sus Seres Amados porque ya no pueden con el dolor
que llevan dentro. Culpan a su cónyuge o sus hijos, de que no llenen sus
expectativas, sin saber que ellos también son Almas que tienen que seguir Su Propio Camino y que Nadie tiene el derecho de quitarle a otro Ser su libertad,
de chantajearlo, manipularlo o hacerlo sentir culpable para que se quede a su
lado o haga lo que ellos quieren.
Y lo más triste es que aunque tuvieran éxito en cortarle las
alitas a su Cónyuge o Seres Amados, de cualquier manera el dolor ahí seguirá,
porque ese dolor es como una espina que seguirá ahí hasta que se le haga caso y
amorosamente se busqué dónde esta y se Sane Directamente la Raíz de ese dolor.
Regularmente esas espinitas han sido puestas ahí desde nuestra
niñez, de nuestra relación con nuestros padres, con seres significativos con los que interactuamos, compañeritos de escuela, maestros, etc., todos jugaron un rol trascendental en
llenarnos de espinitas. Pero aprendimos a vivir con ello y creemos que es
normal. Sin embargo luego algo pasa y cuando sentimos que algo o alguien nos
hiere, todo ese dolor que tenemos acumulado sale como en un volcán en erupción
destruyendo todo a su paso y culpamos a quien tuvo la mala suerte de cruzarse
en nuestro camino en ese momento.
Aunque no tenemos por qué seguir con ese dolor, basta con
recordar cuándo fue la primera vez que me sentí traicionado, cuándo fue la
primera vez que me sentí ignorado, lastimado, o abandonado. Al pedirle a
nuestra Alma que nos muestre el Origen de Nuestras Heridas, no tomará mucho
tiempo para que podamos sanarlas y podamos ir a abrazar al Hermoso Pequeño que
éramos y que ha estado en alguna parte dentro de nosotros cargando por tantos
años todo ese dolor.
Así dejaremos de tener Rehenes de nuestro dolor y dejaremos de
seguir pasando ese dolor de generación en generación.
Esta es la Generación en donde estamos Sanando “Conscientemente”
nuestras heridas para Crear Generaciones más sanas y libres en todos los
aspectos: física, mental, emocional y espiritualmente.
La siguiente canción es una canción que desde la primera vez que
la escuché, me heló, ya que vi a esa pequeñita llorando, con su corazoncito
quebradito e incapaz de amar y relacionarse sanamente con otros. Lean la letra
con atención hasta el final, pidiéndole a su Almita que les deje ver en qué
partes de su Vida se han sentido así.
Esta canción se la canta esta pequeñita a su mami o su papi, al Ser
que tenía encargado cuidarla (Abajo del video les pongo
la letra de la canción en inglés, aunque ya está en el video), abajo de la letra en inglés, les comparto algunas sugerencias para trabajar y transformar todo ese dolor en Amor, Comprensión, Perdón y Plenitud:
Because of You (Por Ti)
--Kelly Clarkson
No cometeré los mismos errores que tú cometiste
No me dejaré causarle tanta miseria a mi corazón
No me quebraré de la misma manera que tú te quebraste
Te caíste tan fuertemente
He aprendido de la manera más díficil
a no llevar las cosas demasiado lejos
Por ti
nunca me voy muy lejos de la acera
Por ti
aprendí a jugar a lo seguro, para no ser
lastimada
Por ti
me resulta difícil confiar no sólo en mi, sino en
todos los que me rodean
Por ti,
tengo tanto miedo
He perdido mi camino
y no has tardado mucho en hacérmelo saber
No puedo llorar
Porque a tus ojos, eso es debilidad
Me obligo a fingir
una sonrisa, a reír cada día de mi vida
No es posible que mi corazón se rompa
cuando nunca ha estado completo para empezar
Por ti
nunca me voy muy lejos de la acera
Por ti
aprendí a jugar a lo seguro, para no ser
lastimada
Por ti
me resulta difícil confiar no sólo en mi, sino en
todos los que me rodean
Por ti,
tengo tanto miedo
Te vi morir
Te escuché llorar cada noche en tus sueños
Era yo tan pequeña
deberías de haber sabido más antes que apoyarte
en mí
Nunca pensaste en nadie más
sólo mirabas tu propio dolor
y ahora yo también lloro a la mitad de la noche
por la misma maldita cosa
Por ti
nunca me voy muy lejos de la acera
Por ti
aprendí a jugar a lo seguro, para no ser
lastimada
Por ti
trato con todas mis fuerzas de olvidar todo
Por ti
no se cómo dejar a nadie entrar
Por ti
siento vergüenza de mi vida porque está vacía
Por ti
tengo tanto miedo
Por ti
Por ti
Because of You --Kelly
Clarkson
I will not make the same mistakes that you did I will not let myself cause my heart so
much misery
I will not break the way you did,
You fell so hard
I've learned the hard way
To never let it get that far
Because of you
I never stray too far from the sidewalk Because of you I learned to play on the safe side so I don't get
hurt Because of you I find it hard to trust not only me, but everyone
around me Because of you I am afraid
I lose my way And it's not too long before you point it out I cannot cry Because you know that's weakness in your eyes I'm forced to fake A smile, a laugh everyday of my life My heart can't possibly break When it wasn't even whole to start with
Because of you
I never stray too far from the sidewalk Because of you I learned to play on the safe side so I don't get
hurt Because of you I find it hard to trust not only me, but everyone
around me Because of you I am afraid
I watched you die I heard you cry every night in your sleep I was so young You should have known better than to lean on me You never thought of anyone else You just saw your pain And now I cry in the middle of the night For the same damn thing
Because of you I never stray too far from the sidewalk Because of you I learned to play on the safe side so I don't get
hurt Because of you I try my hardest just to forget everything Because of you I don't know how to let anyone else in Because of you I'm ashamed of my life because it's empty Because of you I am afraid
Because of you Because of you --- El siguiente es un Curso de un mes, en donde irán Ustedes mismos, Guiados por Su Almita a trabajar con ese dolor y a utilizar tooooda esa Energía y transformarla en Energías de Bienestar para Ustedes.
Al día siguiente de realizar la meditación que viene en esa Publicación, pueden comenzar con La Desintoxicación Energética, no presten mucha atención a las fechas que ahí se mencionan, aunque sí sería conveniente comenzarla en Luna Llena y aprovechar sus Deliciosas Energías: http://susurrosdamor.blogspot.com/2012/12/desintoxicacion-energetica-del-28-de.html
Para cuando les re-surja alguna emoción o pensamiento que los saque de su Centro, les comparto la siguiente Meditación:
También recuerden que No Están Solos y que como dijo Ralph
Waldo Emerson: "Lo que está detrás de Tí y lo que se encuentra delante
de Tí, no es nada en comparación con lo que hay dentro de Tí." Así que
vayamos con Amor, Fe y Confianza a Avivar Nuestro Fuego Interno, hasta
hacerlo Tooodo Un Sol Resplandeciente.
Nos Acompañamos en Almita, Abracitos y Montones de Amor, de Bendiciones y de Deliciosas Energías ♥
Imagina que al nacer sabes que
vas a ser un maestro, o una maestra, que eres sumamente poderoso, que posees
unos dones inmensos y que lo único que necesitas para poder entregar tus dones
al mundo es tu deseo. Imagina que llegas a este mundo con el corazón lleno del
poder sanador del amor y que lo único que quieres es entregar ese amor a los
que te rodean. Imagina que tienes una habilidad innata para crear y que tienes
todo lo que deseas y todo lo que necesitas. ¿Es posible que en algún momento
dado en tu vida hayas sabido que no había nadie como tú en el mundo? ¿Y que en
cada fibra de tu ser supieras que no sólo poseías la luz del mundo, sino que
además eras la luz del mundo? ¿Es posible que en algún momento supieras quién
eras a un nivel muy profundo y que te regocijaras en tus dones? Ahora, tómate
unos minutos y fíjate si puedes recordar algún momento en el que supieras la
verdad sobre quién eres realmente.
Entonces, ocurrió algo. Tu mundo
cambió. Algo, o alguien, arrojó una sombra sobre tu luz. A partir de ese
momento, temiste que tú y tu preciado don ya no ibais a estar a salvo en el
mundo. Sentiste que si no ocultabas tu don sagrado podrían maltratarlo, dañarlo
o quitártelo. En lo más profundo de ti, sabías que este don era un niño (o una
niña) precioso e inocente que debías proteger. Entonces hiciste lo que haría
cualquier buen padre o madre: ocultaste toda tu magnificencia muy dentro de ti
para que nadie pudiera descubrirla jamás, para
que nadie pudiera hacerle daño o quitártela. Luego, con la creatividad de un
niño, la disimulaste.
Creaste una actuación, una
persona, un drama, una historia para que nadie sospechase jamás que eras el
guardián de tanta luz. Fuiste muy listo –brillante, en realidad– al ocultar tu
secreto. No sólo convenciste a los demás de que no eras eso, sino que también
te convenciste a ti mismo, y lo hiciste porque estabas siendo un buen padre del
don que tenías. Era tu secreto, tu secreto profundo y oscuro, que solamente tú
conocías. Fuiste tan creativo que manifestaste exactamente lo opuesto a aquello
que en realidad eres, para poder protegerte de las personas que pudieran
sentirse molestas o furiosas por tus dones innatos.
Pero cuando llevabas días, meses
y años ocultando tu valioso tesoro, empezaste a creerte tu historia. Te
convertiste en el personaje que habías creado para proteger tu secreto. En ese
momento olvidaste que tú habías enterrado tu valioso don. No sólo olvidaste
dónde lo habías ocultado, sino que además olvidaste que lo habías ocultado. Tu
luz, tu amor, tu grandeza y tu belleza se perdieron dentro de tu historia. Olvidaste
que tenías un Secreto.
A partir de ese momento te
sentiste perdido, solo, separado y asustado. Súbitamente, tomaste conciencia de
que te faltaba algo, y así era. El dolor de haberte separado de tu tesoro fue
como haber perdido a tu mejor amigo. Dentro de ti, anhelabas regresar a tu
verdadero Yo, de modo que empezaste a buscar fuera de ti algo que llenara ese
vacío y que hiciera que te sintieras mejor. Buscaste en las relaciones, en
otras personas, en tus logros y recompensas, intentando encontrar aquello que
te faltaba. Buscaste en tu cuerpo y en tu cuenta bancaria, intentando recuperar
ese sentimiento. Quizás tú, al igual que yo, te sintieras impulsado por unos
sentimientos de falta de valía que estaban en un lugar tan profundo que te
pasaste la mayor parte de tu vida buscando frenéticamente algo que te hiciera
sentir completo. Pero buscaras donde buscaras, acababas sintiéndote vacío.
Cuando tenía cinco años, estaba
muy familiarizada con la voz que tenía en mi cabeza que me decía que yo no era
lo bastante buena, que nadie me quería y que estaba fuera de lugar. Desesperada
por sentirme querida y aceptada, emprendí la agotadora tarea de lograr que
otras personas confirmaran mi valía. En lo más profundo, creía que algo no
funcionaba en mí, y me esforzaba muchísimo por ocultar mis defectos. Aprendí
rápidamente a seducir a las personas, esbozando mi mayor sonrisa para conseguir
que se fijaran en mí. Yo creía que si tenía más talento que mi hermana mayor o
era más lista que mi hermano mayor, me sentiría a gusto y mi familia me
colmaría con todo el amor y la aceptación que yo anhelaba. Creía que si ellos
me querían lo suficiente, entonces ya no tendría que oír los horribles
pensamientos que llenaban mi mente, o que soportar los dolorosos sentimientos
que consumían mi pequeño cuerpo.
Con el paso de los años me volví
una experta en encontrar maneras de ocultar mi dolor: a ocultarlo de mí misma y
de los demás. Cuando no conseguía encontrar a alguien que me validara o que me
dijera que yo era aceptable, cruzaba la calle y me iba al supermercado más
cercano, donde me compraba un paquete de magdalenas de chocolate y una botella
de Coca-Cola. La dosis de azúcar realmente parecía hacer efecto. Pero cuando
llegué a la edad de doce años, mi dolor era demasiado grande como para
ocultarlo: me sentía demasiado alta, demasiado rara y demasiado estúpida.
Envidiaba a las niñas que parecían encajar, que llevaban la ropa correcta y que
tenían las familias adecuadas. Durante años, lloré todos los días, intentando
dejar salir el dolor interior que me consumía. Mis lágrimas de tristeza siempre
tenían el mismo mensaje: «¿Por qué nadie me quiere? ¿Qué hay de malo en mí? Por
favor, ¿podría alguien ayudarme?».
Luego, para empeorar las cosas
todavía más, un sábado por la tarde, cuando yo tenía doce años, mi madre nos
informó a mi hermano y a mí de que, mientras estábamos en la playa, mi padre se
había ido de casa. Su matrimonio había llegado a su fin y se iban a divorciar.
La ruptura de mi familia se sumó a mi profundo temor a no ser normal, a estar
dañada y tener mala suerte en la vida. El divorcio de mis padres dio rienda
suelta a todo el dolor que estaba almacenado dentro de mí. En un instante,
todos los malos sentimientos que yo creía que tenía bajo control salieron de mí
a borbotones. Mi dolor era tan abrumador que tenía que entumecerlo con drogas y
cigarrillos, y haciendo amigos rápidamente en un intento desesperado por
encajar y conseguir el amor y la seguridad que no podía encontrar en mi
familia, ni en mí misma.
Luchando por encontrar un
significado en el vacío que sentía en mi interior, decidí que el éxito era mi
último boleto a la libertad. Empecé a trabajar a los trece años, y a los
diecinueve ya tenía mi propia tienda. Tenía buen ojo para la moda y me
encantaba diseñar nuevos estilos para que los llevaran las mujeres. Llevar
buena ropa siempre hacía que me sintiera mejor. Era como si pudiera ocultar mi
vergüenza, al menos durante un día, poniéndome una ropa que gustaba a todo el
mundo. Me esforzaba por tener los estilos más fabulosos, más al día y más a la
moda, para poder finalmente sentirme feliz y cómoda. Y, según todas las
apariencias externas, lo conseguía: tenía el coche adecuado, la ropa adecuada y
lo que yo consideraba que era un grupo de amigos adecuados. Finalmente había
conseguido formar parte de la gente «de moda». Pero, a pesar de mis éxitos y de
todos mis amigos, seguía sintiéndome perdida e increíblemente sola. Por mucho
éxito que tuviera en el mundo exterior, jamás parecía escapar a la voz interior
que me decía que nunca haría nada y que en realidad mi vida no tenía
importancia.
En el silencio de la noche, mi
desesperación me abrumaba. Me sentía llena de defectos, pequeña, insignificante
y dolorosamente sola.
Conseguir mantener mi equilibrio
mental se convirtió en un trabajo a tiempo completo. Empecé a intentar acallar
el constante ruido interior ahogándome en las drogas. Estaba hipnotizada por
mi continuo diálogo interior, por la historia que me contaba a mí misma
una y otra vez de que jamás lo conseguiría, de que jamás tendría el amor, la
seguridad y la paz interior que tan desesperadamente deseaba. Esa voz llenaba
mi cabeza día y noche, criticando cada cosa que hacía y saboteando mi
búsqueda del éxito y la felicidad. Había pensado que si me mantenía suficientemente
ocupada, que si comía suficientes bizcochos, que si añadía suficientes
sustancias químicas o acumulaba suficientes coches y ropa, podría elevarme por
encima de la desesperación y la desesperanza que aparecían después de cada
momento de alegría. Pero no funcionó. La cinta que sonaba en mi cabeza no hacía
más que aumentar su volumen, mostrándome mis defectos y reforzando mis
limitaciones autoimpuestas. Esa voz me reñía continuamente, diciéndome que yo
no merecía amor y que siempre estaría sola. Finalmente, agotada, me rendía a mi
tirano interior, diciéndole: «Muy bien, tú ganas».
Entonces buscaba una bolsa de
M&M’s, un cigarrillo o un tranquilizante y aliviaba temporalmente mi
angustia. Pero el odio hacia mí misma sólo tardaba unos minutos en regresar y
la historia sobre lo desastrosa que era se reiniciaba ahí donde se había
quedado.
A partir de los veinte años,
añadí a los hombres a mi receta para aliviar el dolor. Desafortunadamente, en
mis relaciones con ellos siempre parecía salirme el tiro por la culata.
Empezaban con un subidón que contenía la promesa de la salvación y acababan con
un bajón que me dejaba todavía más hundida en el agujero que al principio.
Entretanto, mi consumo de drogas aumentó hasta el punto que yo sabía que si
continuaba por ese camino no viviría mucho tiempo. Me pasé años entrando y
saliendo de centros de tratamiento para drogodependientes, intentando enmendar
mi vida.
Entonces, un día, mientras me
encontraba en mi cuarto centro de tratamiento, participando en otra sesión de
terapia de grupo, tuve una gran revelación. Estando ahí sentada escuchando a
los demás hablar de su sufrimiento, me dejé hechizar por sus palabras. Mientras
escuchaba a otros miembros de mi grupo hablar de sus problemas y dificultades,
de sus fracasos y decepciones, me di cuenta de que un tema común (un argumento)
salía de la boca de cada persona.
Me asombró lo comprometida que
estaba cada una de ellas con su doloroso drama individual y lo seguras que
estaban todas de que su historia era la verdad, toda la verdad y nada más que
la verdad.
Vi a personas de mi grupo
sacrificar el amor para rendir homenaje a las propias historias negativas que
contaban sobre sus vidas y para seguir fieles a ellas. Observé cómo se
aferraban, como si de su propia vida se tratara, a sus miserables sagas,
intentando convencernos a todos de lo horribles y ciertas que eran sus
historias. Algunas personas estaban orgullosas de ellas, como si, de alguna
manera, sus luchas y sacrificios las hicieran superiores al resto de nosotros.
Otras tenían aires de
superioridad moral en virtud de la profundidad de su sufrimiento. Súbitamente,
en un destello de claridad, pude oír algo por debajo de la saga de cada
persona: Sus historias eran simplemente, eso: historias, cuentos de ficción que
de tanto contarlos se habían convertido en una distracción que enmascaraba una
verdad mucho más profunda.
Recuerdo vívidamente un sesión de
grupo en particular. Jessica era una mujer rubia y bonita, de veintiocho años,
que mantenía su rostro bajo por la amargura y la derrota. Aquel día inició
nuestra sesión recitando dramáticamente la misma historia que nos venía
contando desde hacía ocho o nueve semanas. Era algo así: «Mi madre no me
quiere, mi padre me abandonó cuando yo tenía tres años, mi novio no sabe quién
soy...». Me sentí frustrada, con ganas de tirarme de los pelos. Sencillamente,
ya no podía seguir escuchando la misma historia ni un minuto más. Jessica era
como un disco rayado que hacía sonar una y otra vez la misma mala canción.
Pensé que lo menos que Jessica podía hacer era ponernos una nueva canción.
Sentí ganas de ponerme de pie y
gritar: «¡Sal de tu historia! ¿No te das cuenta? ¡¿Es que no ves que te estás
contando una historia que siempre acaba igual?!». Deseaba con todas mis fuerzas
que Jessica viera que se mantenía atascada dentro de su historia sin salida.
Pero, por supuesto, yo estaba atada por las limitaciones de lo que ahora sé que
era mi propia historia, que me decía: «Tú no sabes nada. No sabes de qué estás
hablando, así que quédate en tu silla y mantén esa bocota cerrada». Obedeciendo
a esa voz, me hundí en mi silla y volví a sumergirme más profundamente en mi
propia historia. Mi silencio, en sí mismo, era una prueba de que mi historia
tenía un poder absoluto sobre mí.
Puesto que no soportaba escuchar
a Jessica quejarse ni un minuto más, desconecté y puse toda mi atención
en mí misma. Mientras la voz de Jessica desaparecía en el fondo, empecé a
oír mi propio diálogo interno: «Nadie me quiere. No puedo hacer esto. Jamás
seré feliz. Soy demasiado delgada y demasiado fea. Mi vida no tiene
importancia», y el siempre conocido «Yo no le importo a nadie». Mientras estaba
ahí sentada, me di cuenta de que, como Jessica, yo también estaba repitiendo un
diálogo interno una y otra vez, recitando una versión de mi vida que ya había
oído un millón de veces.
Me conmocionó descubrir que el
argumento de mi historia no era muy distinto del de Jessica; ella simplemente
estaba contando el suyo en voz alta. Mientras estaba ahí escuchándome a mí
misma, oí el tema de mi historia cantado como un mantra en mi mente: «Pobre de
mí, pobre de mí, pobre de mí». Entonces, súbitamente, se me encendió una luz y
me di cuenta: «Ay, Dios mío, mi vida también es simplemente una historia».
Hasta ese día, mientras me
encontraba en un centro de tratamiento en West Palm Beach, Florida, había
estado dormida dentro de mi historia. Había estado dejando que mi historia
gobernara mi vida sin mi conocimiento de ello. Todo lo que hacía era coherente
con esa historia y estaba limitado por ella, y mis actos eran intentos
desesperados de hacer que la prisión de mi historia fuese un poquito mejor, un
poco más agradable, un poco más vivible. Siempre estaba haciendo algún pequeño
ajuste (un novio nuevo, un nuevo empleo, un nuevo corte de pelo) en un intento
de enterrar mi dolor y esconder las «pruebas» de mis defectos. Había confundido
de tal manera mi historia con la realidad, que hacer todos esos cambios era
como reordenar las sillas en la cubierta del Titanic: el barco se hundía
mientras yo, cegada a la realidad de la situación, estaba ocupada tratando de
hacer que tuviera buen aspecto e intentando sentirme mejor mientras lo hacía.
Finalmente, se me ocurrió que yo
debía de ser algo más que la historia que me estaba contando a mí misma. Del
mismo modo que podía ver que Jessica, aunque estuviera atrapada en su propia
historia, era más que lo que ella creía ser, me di cuenta de que yo también
debía de ser más que lo que mis pensamientos negativos me decían que era. Y en
ese momento me rendí ante el hecho de que aunque, inconscientemente, me había
pasado años intentando arreglar mi historia, no podía hacerlo. Sin duda formaba
parte de mí, pero ciertamente no era todo lo que yo era. Aunque no tenía ni
idea de lo que había más allá de mi historia, ese día emprendí un viaje para
intentar entender por qué había creado esa historia y cuál era su finalidad.
Pasé los siguiente diez años de
mi vida examinando no sólo mi propia historia, sino también las historias de
los demás. Mientras realizaba ese viaje, aprendí tres cosas muy importantes:
primero, que creamos nuestras historias de vida en un intento de llegar a
ser alguien o algo; segundo, que nuestras historias tienen la clave de nuestra
finalidad única en la vida y de su realización; y tercero, que oculto en la
sombra de nuestra historia hay un secreto muy especial, y cuando se revele ese
secreto, nos maravillaremos ante la magnificencia de nuestra propia humanidad.
La historia,el tema y la sombra
Nuestras historias tienen una
finalidad. Aunque establecen nuestras limitaciones, también nos ayudan a
definir quiénes somos para que no nos sintamos completamente perdidos en el
mundo. Vivir dentro de ellas es como estar dentro de una cápsula transparente.
Las finas paredes transparentes
actúan como una concha que nos atrapa. Aunque podemos ver el exterior y
contemplar el mundo que nos rodea, nos quedamos atrapados dentro, seguros,
cómodos con el terreno conocido, atados por el conocimiento interno de que, no
importa lo que hagamos, pensemos o digamos, no podemos ir más lejos. Nuestras
historias nos separan y establecen unas fronteras claras entre nosotros, los
demás y el mundo. Limitan nuestras capacidades y nos cierran nuestras
posibilidades. Nuestras historias nos mantienen separados, incluso mientras
suplicamos pertenecer a un lugar y encajar. Nos quitan nuestra energía vital,
haciendo que nos sintamos cansados, vacíos y sin esperanza. La previsibilidad
de nuestras historias alimenta nuestra resignación y asegura nuestro futuro.
Cuando estamos viviendo dentro de nuestras historias, tenemos hábitos
repetitivos, comportamientos abusivos y diálogos internos abrasivos.
Como todas las buenas historias,
nuestros dramas personales siempre tienen un tema, el cual se representa una y
otra vez a lo largo de nuestras vidas. Podemos descifrar nuestros temas únicos
escuchando detenidamente las conclusiones a las que hemos llegado sobre los
acontecimientos de nuestras vidas. Esas conclusiones dan forma a nuestra
existencia e impulsan nuestras personalidades.
Nuestras conclusiones se
convierten en nuestras creencias-sombra, las creencias inconscientes que
controlan nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros comportamientos.
Nuestras creencias-sombra establecen nuestros límites. Nos dicen cuánto amor,
cuánta felicidad y cuánto éxito nos merecemos o no nos merecemos. Dan forma a
nuestros procesos de pensamiento y definen nuestras fronteras personales.
Disfrazándose de verdad, nuestras creencias-sombra nos privan de la expresión
de nosotros mismos y aplastan nuestros sueños.
Pero lo importante es que nos
demos cuenta de que nuestras creencias-sombra contienen la sabiduría que necesitamos
para trascender nuestras limitaciones actuales y nuestro descontento. Nos
motivan a compensar nuestras deficiencias y nos impulsan a ser lo opuesto a lo
que nos decimos ser. Nuestras creencias-sombra nos impulsan a demostrar que
valemos, que somos dignos de amor y que somos importantes. Pero si dejamos de
vigilarlas, estas creencias-sombra se vuelven contra nosotros, saboteando
las cosas que más deseamos al permitir que sus mensajes negativos limiten
nuestras vidas.
Por qué «necesitas»tu historia
Permanecemos envueltos en
nuestras historias –instalados, a salvo, dentro de nuestras cápsulas– para
poder aferrarnos a la comodidad que conocemos y descansar en los sentimientos
seguros y familiares de estar en casa. Cuando la vida se pone difícil y
empezamos a enfrentarnos al dolor de nuestras propias limitaciones o a la
desilusión de vivir por debajo de los principios que nos hemos autoimpuesto, al
menos podemos contar con algo: la previsibilidad de nuestras historias.
Nuestras historias nos dan algo y alguien con quien identificarnos.
El peor sentimiento para un ser
humano es sentir que no es «nada», que su vida y su existencia individual no
importan.
La mayoría de nosotros preferiría
soportar ser una persona que no merece ser amada antes que ser alguien
completamente invisible. De manera que, en un intento desesperado por dar
sentido a nuestras vidas, creamos nuestras historias y luego las repetimos, y
al aferrarnos a quien creemos ser, perpetuamos nuestros dramas. Entonces,
gradual e inconscientemente, nos convertimos realmente en ellos.
Representamos nuestras historias
y las llevamos puestas como si fueran insignias de honor. Nos dedicamos a
mantener vivas nuestras historias y, en el proceso, sin quererlo nos
convertimos en víctimas de las historias que
hemos creado para proteger nuestro secreto: nos convertimos en víctimas de la
vida.
Cuando reconocemos que nos hemos
identificado con nuestra historia y no con nuestro verdadero ser (más amplio,
más profundo y más auténtico), nuestro primer impulso es liberarnos de ella.
Pero, puesto que nos hemos convertido en nuestra historia y hemos permitido que
nos dicte el alcance y el rumbo de nuestra vida, surge una pregunta aterradora:
si nosotros no somos nuestras historias, entonces, ¿quiénes somos? Fuera de
nuestras historias, la vida nos da miedo y nos parece incontrolable. Huele a
imprevisibilidad y a incertidumbre. Tememos que si soltamos nuestros dramas,
perderemos nuestra identidad y nuestro lugar en el mundo. ¿Quién nos protegerá?
¿Quién nos amará? ¿Dónde encajaremos? Esta es una perspectiva devastadora para
cualquier ser humano. El miedo inconsciente que impulsa nuestras historias es
que si renunciamos a nuestras identidades, reducimos la velocidad y nos
volvemos hacia nuestro interior, seremos devorados por el vacío. Nuestra
resistencia a no ser nada, a no tener nada y a ser un «nadie» está en el centro
mismo de nuestra lucha humana. Nuestro temor a la no-existencia es tan profundo
que la mayoría de nosotros se conforma con una versión rehecha del Yo que
conocemos, en lugar de despertar dentro de lo desconocido.
Pasé la mayor parte de mi vida
esforzándome por ser «alguien», por tener una finalidad y una vida con sentido.
Sin embargo, a lo largo de los años, mi búsqueda espiritual me ha enseñado que
para poder ser libre para ser la mujer especial y única que soy debo aceptar
tanto la inmensidad de mi Divinidad como la insignificancia de mi humanidad.
Debo aceptar el hecho de que soy todo y nada a la vez.
En una ocasión, mi rabino, Moshe
Levin, me contó una historia que proviene del Talmud. A una persona le piden
que escriba las palabras No soy nada, excepto polvo y cenizas en un trozo de
papel y que lo guarde en su bolsillo y medite sobre ello. Luego le piden que
escriba en otro trozo de papel Todo el Universo fue creado sólo para mí y lo
guarde en su otro bolsillo. Cuando el buscador medita sobre ambas realidades al
mismo tiempo, se da cuenta de que las dos son verdad.
Si vemos la vida desde una
perspectiva más amplia, vemos que somos meras partículas. Hasta que aceptemos
la nada absoluta y nuestra propia insignificancia, estaremos siempre buscando
la experiencia de ser alguien. Pero cuando nos rendimos al hecho de que somos
todo y nada, cuando aceptamos tanto la historia como lo que hay más allá, la
sombra y la luz, nos convertimos en seres humanos completos, integrados. Nos
abrimos a un mundo que está más allá de lo que conocemos. Entonces podemos
tener la magnífica experiencia de ver que pertenecemos a la totalidad del
Universo y que somos una parte esencial de él. Podremos maravillarnos al darnos
cuenta de que todo el Universo fue creado sólo para nosotros. Entonces
comprenderemos la inmensidad de nuestra verdadera esencia.
Sé que para algunos de vosotros
éste puede ser un concepto difícil, y es posible que todavía no os sintáis
preparados para él o cómodos con él. Pero te prometo que si te permites abrirte
a esta idea y explorarla, surgirá una nueva posibilidad. Cuando aceptes tus
ganancias y tus pérdidas, tus puntos débiles y tus puntos fuertes, tu
inmensidad y tu nada, te sentirás suficientemente seguro como para permitir que
tu secreto Divino emerja. Únicamente regresando al estado de totalidad uno
siente que vale y que merece expresar la verdad más elevada acerca de su ser.
El Yo
falso
Nuestras historias son como
viejos amigos. Incluso si hablan demasiado, al menos sabemos lo que nos
ofrecen: una alternativa que nos resulta menos amenazadora que conectar con un
grupo de extraños. La mayoría de nosotros elige la comodidad de lo que ya
conoce, permaneciendo dentro de su realidad limitada, para no tener que
enfrentarse al terror de aquello que no conoce. Pero, cociéndose bajo la
superficie, hay un profundo descontento sobre el Yo falso que hemos creado y la
historia que lo acompaña. Es ahí donde comienza la lucha. Ese descontento
siempre está empujándonos, susurrando a nuestros oídos: «Tiene que haber algo
más que esto».
Para poder aceptar la enormidad
de quienes realmente somos y realizar el viaje hacia el exterior de nuestras
limitadas historias y volver a encontrar nuestro verdadero Yo, primero debemos
enfrentarnos a la verdad fundamental y, a menudo, la realidad más dolorosa: que
en realidad nunca estuvimos separados de lo Divino. Somos una pieza de un rompecabezas
Divino. Quizá parezca que estamos separados, es posible que actuemos como si lo
estuviéramos, pero nuestra individualidad no es más que una ilusión. Es una
distracción dolorosa que nos mantiene atrapados en una búsqueda interminable de
algo más, de algo mejor o diferente de lo que ya tenemos. Y es una búsqueda
inútil, porque se basa en la conclusión incorrecta de que, en alguna
medida, no somos «normales».
En nuestra separación, luchamos
por crear versiones más grandes y mejores de nosotros mismos, intentando
desesperadamente reparar aquello que creemos que está estropeado. Abandonamos a
nuestro Yo naturalmente Divino e intentamos frenéticamente anclarnos en nuestra
identidad única. Olvidamos a nuestro Yo Divino por nuestra imagen de nosotros
mismos. Pero esa imagen (la identidad que estamos persiguiendo) no es quien
somos; es un Yo falso que hemos creado para definirnos. Nuestro Yo falso es el
personaje principal de nuestras historias, y creemos erróneamente que somos esa
persona. Es nuestro personaje, la imagen que creamos para proporcionarnos una
identidad marcada. Y nuestras historias son nuestros intentos
desesperados de comprender nuestra existencia, de definir lo que no puede ser
definido. Cada una de nuestras historias es el lugar donde reside nuestro Yo
falso. Éste es el héroe y la víctima y la estrella de nuestra historia.
Mantiene nuestra historia intacta y nos tranquiliza con una sensación falsa de
previsibilidad y seguridad.
Separarnos
de lo Divino
En cuanto nos identificamos con
nuestro Yo falso, en cuanto creemos ser nuestra historia, salimos de las manos
de lo Divino y entramos en la pequeña ilusión del Yo, separado y solo. Entonces
comienza el juego: el juego de «Mírame, estoy separado de ti». Participamos en
esa farsa porque nos permite aferrarnos a la ilusión de que realmente somos
seres separados e individuales. Incluso si entendemos intelectualmente en este
punto de nuestro viaje espiritual que todos somos uno, a un nivel inconsciente
continuamos luchando por la vida separada con la que estamos familiarizados y
evitando la experiencia de la unidad. Creemos que si nos enfrentamos a la
verdad fundamental (si nos enfrentamos a nuestra unidad) entonces esa cualidad
de únicos a la que nos aferramos morirá. Pero nuestra tarea consiste en
enfrentarnos a esa verdad, porque vivir dentro de nuestras historias y en la
ilusión de estar separados no es realmente vivir. Es un juego interminable de
necesitar: temer y necesitar. Es un juego en el que no puedes ganar. Es un
juego de «Si al menos»: «Si al menos fuera rica, famosa, más inteligente, más
sabia, más rápida, más astuta o más joven, entonces podría ganar este juego y
encontrar la felicidad que merezco». «Si al menos conociera a más gente,
tuviera un mejor trabajo o tuviera mi propio negocio, entonces tendría lo que
necesito y sería feliz». Cuando tenga mi nueva casa, mi coche nuevo, mi nueva
novia, o ropa nueva, me sentiré tan bien...». «Si fuera apreciado, respetado,
amado o visto, mis deseos más profundos estarían satisfechos». O quizás tu
juego trate sobre librarte de algo. «Si al menos no fuera tan egoísta, tan
gorda, tan perezosa, si no estuviera tan enfadada, tan amargada, tan cansada o
tan arruinada». «Si al menos mis hijos, mi marido o mi madre dejaran de hacerme
escenas». O los grandes: «Cuando finalmente alcance mi peso corporal perfecto o
cuando encuentre mi finalidad en la vida, estaré contento».
Este es un juego en el que no se
puede ganar. Es una trampa, un laberinto interminable del que no hay salida.
Trabajamos día y noche intentando
manipular, planificar e idear nuestras maneras de ganar el juego de «Si al
menos». Pero ese juego vive dentro de nuestras historias. Fue desarrollado
para mantenernos entretenidos y ocupados y para darnos un punto de
referencia para nuestras identidades individuales. Pero si estamos dispuestos a
mirar, veremos que el juego no es más que un señuelo, que esconde lo que es
real, que oculta nuestra verdadera esencia. Para poner fin a esta lucha,
tenemos que darnos cuenta de que gran parte de lo que creemos sobre nosotros
mismos es una historia. Para la mayoría de nosotros, es un cuento que nos quita
poder. Creamos nuestras historias para proporcionarnos una identidad y proteger
el carácter sagrado de nuestra verdadera esencia. Y necesitamos nuestras
historias y el secreto que contienen para que nos lleven de vuelta ante la presencia de nuestra Divinidad
y para desarrollar la finalidad de nuestras vidas.
Aceptar
tu historia
Nuestras historias tienen un
propósito Divino. Son una parte real y necesaria de nuestra evolución personal.
Hasta que comprendamos la importancia de nuestras historias, seguiremos
atrapados en el círculo vicioso de intentar reparar partes de nosotros mismos
que no están rotas. Oculta en nuestros dramas personales hay una información
importante, perlas de sabiduría de las que podemos extraer la clave para
realizar nuestras contribuciones únicas al mundo. Nuestras historias contienen
los ingredientes exactos que necesitamos para convertirnos en las personas que
siempre quisimos ser. Dentro de nuestras historias hay una receta Divina para
una vida de lo más extraordinaria.
El primer paso es descubrir tu
receta para darte cuenta de que tú has creado tu historia, no sólo para
protegerte, sino también, inconscientemente, para reunir la sabiduría y las
experiencias que son necesarias para realizar tu finalidad en la vida. Tú
has creado tu historia para aprender las lecciones que debía enseñarte. Eres
como un maestro cocinero. Has pasado tu vida en la cocina, cocinando tu dolor,
tu alegría, tu triunfo y tu fracaso para reunir los ingredientes necesarios
para manifestar tu Yo más extraordinario. Pero tu historia –con todo su drama y
todo su dolor no procesado– esconde esa receta.
La mayoría de nosotros se distrae
tanto con el drama de su historia que ya no recuerda que tenemos un propósito
Divino aquí.
Estamos tan entregados al dolor
de nuestras historias personales y a hacer que los demás estén equivocados, que
ni siquiera nos damos cuenta de que todo ese dolor tiene una finalidad. Vale la
pena repetirlo: «¡Todo nuestro dolor tiene una finalidad!» Está aquí para
enseñarnos, guiarnos y darnos la sabiduría que necesitamos para entregar
nuestros dones al mundo. La mayoría de nosotros utiliza sus traumas y sus
heridas para machacarse, para mantenerse atascado y para no crecer. Pero cuando
examinamos nuestro dolor y nuestra decepción y los utilizamos como herramientas
de aprendizaje, nos dan lecciones de vida sagradas que sólo podemos aprender de
esta manera.
Estás aquí para aportar tu sabor
único y para servir al mundo de una manera en que sólo tú puedes hacerlo. Una
de las maestras de preescolar de mi hijo, la señora Knight, demostró este
principio a su clase. En el primer día de escuela, la señora Knight entregó a
todos los niños que entraron al salón una pieza de un puzle que tenía un número
en la parte posterior. Cuando llamaba a cada alumno o alumna por su número,
cada uno de ellos llevaba su pieza del puzle y ella la ponía en la posición
correcta en el marco de cartón que lo contenía. Había veinte niños y veinte
piezas del puzle. Cuando finalmente la señora Knight llamó al número veinte, se
pudo ver la imagen completa en el puzle, salvo una pieza que faltaba, que
impedía que todos viéramos la belleza de la imagen íntegra. El niñito que había
recibido la pieza número diecinueve había faltado a clase ese día y, para que
se viera toda la imagen, la clase necesitaba su aportación. De esta manera, la
señora Knight ilustró bellamente para los niños cuán importante era cada uno de
ellos para completar la totalidad.
Yo estaba ahí sentada con
lágrimas en los ojos, pensando en que cada uno de nosotros representa una
aportación sumamente importante para la totalidad de la humanidad. Cada uno de
nosotros tiene una pieza importante que aportar a la imagen de la vida. Cuando
nos quedamos estancados en el pasado, odiando nuestras vidas y nuestras
historias y odiándonos a nosotros mismos, es imposible reclamar nuestra
pieza del puzle y colocarla en el sitio que le está destinado. Hasta que
hacemos las paces con nuestra historia, es imposible extraer los ingredientes
que necesitamos para expresar nuestro Yo Divino. Todo nuestro drama –cada una
de nuestras experiencias, las partes de nosotros mismos que amamos y las
partes que detestamos– es lo que hace que nuestra pieza sea única. Algunos de
nosotros tenemos la pieza del centro del puzle; otros, las de algún extremo; y
otros, la pieza grande y redonda. No hay ninguna otra pieza del puzle que sea
exactamente igual a la tuya. Ninguna. Hay algunas similares, pero ninguna es
como la tuya. Tu aportación única continúa latente, esperando a que reúnas
todas las experiencias que necesitas para interpretar tu pieza del puzle. Cada
día atraes experiencias perfectamente adecuadas para obtener la sabiduría
requerida para producir tu receta única, tu pieza del puzle.
El Proceso
El secreto de la sombra te guiará
para que veas que «tu historia» ni siquiera se acerca a la definición de quien
realmente eres. Es una pequeña parte de ti que te mantiene atrapado o atrapada
en pautas repetitivas y que limita la cantidad de amor, paz interior y éxito
que puedes recibir. Para que puedas ver tu ser completo y tu verdadera
magnificencia debes salir de tu historia. Salir de nuestras historias nos
permite derribar los muros perfectamente construidos que rodean nuestros
corazones abiertos. Para poder vivir fuera de nuestras historias debemos sanar
nuestras heridas y hacer las paces con nuestro pasado. Debemos destapar el
dolor y aceptar los defectos y los puntos débiles que llegan con nuestra
humanidad. Hasta que aceptemos quiénes somos y por qué estamos aquí, y
comprendamos las inmensas lecciones que la vida nos enseña, seguiremos
atrapados dentro de la pequeñez de nuestros propios dramas personales.
Para trascender tu historia,
debes estar dispuesto a experimentar la lucha diaria de tu existencia personal.
Porque sólo cuando puedes aceptar tu vida exactamente tal como es, tienes la
opción de cambiar su rumbo. Para vivir tu vida fuera de los confines de tu
historia, primero aprenderás a definir claramente todas las maneras en las que
evitas reconocer y aceptar con amor la nada que hay en tu interior. Conocerás
todas las maneras en que intentas definirte para que nadie te confunda con
ninguna otra persona, las maneras en que intentas llenar tu identidad para no
tener que sentir el profundo vacío que subyace a tu necesidad.
Este libro te mostrará cómo
utilizar tu historia, obtener beneficios de todos tus traumas y tus deficiencias,
obtener sabiduría de tus heridas. Te proporcionará el proceso para que puedas
extraer tu receta única y liberar el secreto que está oculto en la sombra
de tu historia. Ahora es el momento de explorar cómo puedes utilizar tu
historia para enriquecer tu vida y las vidas de los demás. Ese es el motivo por
el cual la tienes. Pero sólo podrás utilizarla cuando estés preparado para
salir de esa historia llamada «Tú».
En los capítulos que vienen a
continuación identificaremos todas las interminables maneras en que hemos
perseguido la satisfacción y la felicidad. Siempre que perseguimos algo
ciegamente, debemos detenernos para preguntarnos por qué lo estamos haciendo;
ahí es donde encontraremos pistas importantes. Tanto si estamos buscando amor,
o atención, o respeto o el éxito mundano, debemos estar dispuestos a ver que
perseguir eso es un intento por llenar algún vacío o alguna carencia en lo más
profundo de nuestro ser. Debemos reconocer que nuestras estrategias para
encontrar satisfacción han fallado. Entonces podemos mirar a la cara todas las
maneras en las que nos hemos violado a nosotros mismos, todos los casos en que
hemos vendido nuestras almas mientras intentábamos ser mejores y mejorar
nuestras historias.
El secreto de la sombra trata
sobre el descubrimiento de tu verdadera esencia. Te servirá como una guía que
te llevará de regreso al hogar: ahí donde, en los más profundo de ti, sabes que
perteneces. Estando en presencia de tu verdadera esencia, sin el estorbo de tu
historia, te conocerás a ti mismo como la totalidad del Universo –tanto la nada
de tu Yo más pequeño como la plenitud de tu humanidad–. Al salir de tu
historia, descubrirás que el «tú» que siempre has deseado ser no vive dentro de
ella. Una vez fuera, verás que la vida de tus sueños y la realización de tus
deseos más profundos te están esperando. Aquí te sentirás impulsado a contar al
mundo tu secreto, que ha estado oculto en la sombra de tu historia. Entonces
sabrás lo que se siente al estar en la gloria de tu Yo más magnífico.
Pasos de
acción sanadores
1. Empieza comprando un diario
bonito y titúlalo «Mi importante y misteriosa historia». Comprométete a
usarlo como un lugar en el que anotarás los sentimientos, los pensamientos y
las ideas que surjan mientras realizas los ejercicios que se describen en este
libro. Mientras haces estos ejercicios, intenta no corregirte o censurarte. En
lugar de eso, permítete expresar libremente cualquier cosa que tengas en la
mente o en el corazón.
2. Elige un momento en el que
puedas estar a solas y ponte cómodo. Crea un espacio libre de distracciones y
ten tu diario cerca de ti. Cierra los ojos y, mientras lo haces, respira
profunda y lentamente unas cuantas veces, sintiendo que vas cada vez más dentro
de ti con cada respiración. Permítete relajarte completamente, entra en la
quietud y dedica unos minutos a tu crecimiento espiritual y al descubrimiento
de ti mismo. Vuelve a respirar lenta y profundamente y deja que tu conciencia
descanse suavemente en la zona de tu corazón. Mientras respiras, siente que
conectas con tu ser interior: el aspecto
esencial de ti que ha estado contigo en todos los momentos de tu vida.
Imagina que estás viendo una
película sobre tu vida. Mírate en el día de tu nacimiento; fíjate en los
rostros de las personas que cuidaron de ti durante tu infancia. Imagínate en
tus primeros años de vida, aprendiendo a caminar y a hablar. Recuerda los años
que pasaste en la escuela, viendo los rostros y oyendo las voces de las
personas que te influyeron, para bien o para mal, durante tus años formativos.
Deja que esta película se proyecte en la pantalla de tu conciencia y permítete
sentir y recordar tus amores, tus pérdidas, tus decepciones, tus desafíos y tus
logros. Confía en que cualquier cosa que te venga a la mente es perfecta.
Respira profundamente mientras reflexionas sobre las diversas experiencias que
has tenido en el tiempo que llevas en esta Tierra.
Considera que cada una de esas
experiencias, y cada uno de los acontecimientos de tu vida, se ha desarrollado
en armonía con el plan Divino. Ábrete a la posibilidad de que cada persona,
cada acontecimiento e incidente ha sido atraído por tu vida para hacerte
despertar a tu propia sabiduría interior. Reflexiona sobre la idea de que has
nacido con una aportación única que hacer y que cada experiencia de tu vida, de
alguna manera, te ha entrenado para que puedas entregar tu don especial al
mundo.
Respira hondo una vez más y,
cuando estés preparado, abre los ojos lentamente y dedica unos minutos a
escribir en tu diario los pensamientos o sentimientos que estén presentes
dentro de ti.